Una ruta turística recupera la memoria del anarquismo en Barcelona
“Todos los barceloneses tienen un abuelo de la CNT –la organización más conocida del movimiento libertario español–”, con esta frase resume Mariano Maturana la importancia histórica social del anarquismo en la Barcelona que va de mediados del XIX a mediados del XX. Maturana es un artista medial chileno que impulsó la primera ruta sobre el anarquismo barcelonés en 2003 y también sus posteriores ediciones. En ella se recorre la ciudad entera en autobús rememorando los hitos históricos del movimiento libertario, con el Raval como uno de sus espacios más destacados. Con él conversamos sobre el pasado anarquista y obrero del Raval y de Barcelona, un pasado que ha sido prácticamente olvidado. Maturana fija el origen obrero del anarquismo catalán como uno de los motivos de la desmemoria. “El movimiento anarquista español nació de la clase obrera”, lo que “explica el recelo que hay por parte de la intelectualidad, la burguesía o la clase política” . Y añade, “ellos nunca formaron parte de este movimiento y nunca le van a dar cabida en la memoria histórica” de la ciudad.
El anarquismo fue un movimiento complejo que abarcaba corrientes muy dispares e incluso enfrentadas: anarcocomunistas, anarcocolectivistas, anarcoindividualistas o anarcosindicalistas, etc. Si bien la leyenda negra les atribuye una actividad terrorista, la realidad no se corresponde con el tópico. Hubo atentados, sí, pero fueron minoritarios y protagonizados por anarcoindividualistas que se entregaban posteriormente y que actuaban como respuesta a situaciones anteriores de fuerte represión. En la España anterior a la actual democracia, y excepto en el período de la II República, eran habituales y generalizadas las torturas y los asesinatos políticos a los opositores al régimen que se “fundamentaban” muchas veces en acusaciones falsas. De hecho, en España no hay elecciones “limpias” hasta la llegada de la II República en 1931, hasta entonces el fraude electoral era generalizado.
La historia del movimiento libertario no es la de unos criminales, como algunos se han empeñado en transmitir, es la historia de personas que vivían en condiciones de miseria, con salarios bajísimos y jornadas interminables de 14 o 16 horas diarias. Y que pese a sus situción se atrevieron a imaginar y a luchar por un mundo mejor. Un mundo de iguales y sin jerarquías donde los individuos vivían en libertad pero esta, además, implicaba la autoorganización y la responsabilidad con la sociedad y el bien común. Con todo este material, el artista medial se decidió a “usar el método del turismo, de la industria turística, para contar una historia que no se conocía”, a “convertir el turismo en un medio de comunicación”, lo que pudo materializar a partir del colectivo Turismo Táctico.
Los orígenes, los ideales y los primeros logros
En el siglo XIX, los trabajadores vivían alrededor de las fábricas en las que trabajaban, un hecho que contribuía a que fuera más fácil su autoorganización. No sólo compartían espacio laboral, si no también su espacio de ocio y de aprendizaje. Esto, según Maturana, generaban redes sociales de apoyo mutuo en su entorno más próximo a partir de corales y grupos de teatro que acabaron dando lugar a ateneos y a sindicatos obreros. Los trabajadores se reunían, se agrupaban, en un primer momento más por necesidad, por pura subsistencia, que por ideales. De la necesidad fue de donde surgió la ética y la crítica radical al sistema. En ese contexto, la primera organización sindical catalana, española y, probablemente, europea surgió en 1840 en el barrio barcelonés de Poblenou, visitado por la ruta,. La organización fue creada por antiguos artesanos textiles reconvertidos en trabajadores industriales del mismos sector, que sólo pretendían mejorar sus paupérrimas condiciones de vida.
El origen del anarquismo catalán y español tiene que ver, también, con la desconfianza en los políticos. “En esa época habían surgido el Partido Democrático y el Partido Republicano Federal, los primeros partidos progresistas españoles, a los que acusaban de engañar y utilizar a los trabajadores para poder llegar al poder”, afirma el artista. Nada muy lejano a lo que podríamos sentir ahora, la diferencia fue que, personas en condiciones mucho peores a las nuestras, decidieron organizarse. “Algunos obreros –indica Maturana– que habían simpatizado con estos partidos, se separaron de ellos y comenzaron a luchar por sus propias reivindicaciones desde los sindicatos”, afirma. Todo este malestar surgido desde mediados del siglo XX culmina en el I Congreso Obrero de 1870 en Barcelona, que se celebra en el Teatre del Circ Barcelonés, por donde pasa la ruta y próximo a la Rambla Santa Mónica.
La CNT, nacida en 1910, fue la principal organización anarquista y el principal sindicato obrero hasta la llegada del franquismo. Llegó a tener más de un millón de afiliados en los años treinta del siglo pasado en una España con poco más de veinte millones de habitantes. Este dato nos sirve para hacernos una idea de lo importante que fue la central sindical que consiguió la jornada laboral de ocho horas diarias por ley en nuestro país. La ruta hace especial mención a esa victoria del movimiento libertario y sindical español cuando pasa por la Avinguda Paral·lel, y por el Parc de les Tres Xemeneies. En aquel espacio era donde se ubicaba la Canadiense, la compañía de producción de electricidad de la época que abastecía a la capital catalana, que en 1919 vivió un conflicto laboral de empresa al que se sumaron trabajadores de otros sectores por solidaridad. La protesta derivó en una huelga general que consiguió que el Gobierno español regulase la jornada laboral, una de la principales demandas obreras de la época. Más allá de las acciones de protesta y de la búsqueda de mejoras laborales concretas en un contexto de miseria, hubo libertarios que se atrevieron a buscar en el mutualismo, la autogestión y la cooperación las oportunidades que el sistema les negaba. Creaban sus propias escuelas y espacios culturales y de formación como los ateneos obreros –no existía la educación pública generalizada–, generaban sus propias fuentes de trabajo a partir de las cooperativas de trabajo o abarataban el precio de los productos básicos creando cooperativas de consumo.
La represión y el pistolerismo
Ser anarquista suponía, durante el siglo pasado, enfrentarse continuamente a duros procesos represivos por parte del estado. Entre los que sufrieron estos procesos, destaca Francesc Ferrer i Guàrdia, citado en la ruta, un pedagogo catalán y librepensador anarquista que murió ejecutado tras ser acusado de instigar unos hechos, la revuelta anticlerical de la Semana Trágica en Barcelona en 1909, de los que no era responsable. El pedagogo realizó una crítica al sistema educativo de la época y fue primero en adoptar, en su Escuela Moderna, una enseñanza antiautoritaria, mixta entre hombres y mujeres y laica –principios ahora generalizados–. Otra de las vidas truncadas, citadas en la ruta, fue la de Teresa Claramunt una de las representantes más destacadas del feminismo anarquista de raíz obrera de finales del XIX, detenida y torturada en el Castillo de Montjuïc en diversas ocasiones.
Con todo, el episidio histórico más recordado es el pistolerismo, que fue una reacción de “los poderes fácticos –miembros de la patronal, la policía o el estado– en colaboración con el Sindicato Libre, de inspiración carlista y acusado de ‘amarillo’, para cortar de raíz el creciente poder de la CNT después del 1919”, afirma el artista medial. La organización carlista contrataba a pistoleros para matar a los dirigentes obreros en Barcelona. El “pistolerismo” duró de 1917 a 1923, y dejó a miles de muertos. Si bien grupos de anarquistas organizaron “a iniciativa individual” los llamados grupos de afinidad para su “autodefensa”, que asesinaban a empresarios y a autoridades, la CNT, según explica Maturana, no los apoyó ni propuso nunca. En memoria de este período, la ruta pasa por la Rambla del Raval, esquina con Sant Rafael, donde hay una placa que, a iniciativa de los vecinos, recuerda el asesinato del líder anarquista de gran capacidad oratoria Salvador Seguí, más conocido como “el noi del sucre”.
La revolución anarquista
La llegada de la II República en 1931 supuso un respiro para los libertarios, pero su apuesta antipolítica les llevó a optar por la abstención en las elecciones. Eso cambió en 1936 cuando sí pidieron el voto para el Frente Popular, coalición de izquierdas que salió victoriosa, tras el periodo represivo vivido en un gobierno de derecha española desde 1933. El Frente Popular había prometido acabar con la represión y poner en libertad a sus presos políticos. “Por primera y última vez los anarquistas votaron”, indica Maturana. Al poco del triunfo electoral de las izquierdas, irrumpió un golpe de estado militar de tintes fascistas, apoyado por los poderes fácticos del país, que fue derrotado en varias ciudades por milicias obreras, y libertarias en Barcelona, y derivó en Guerra Civil.
“En mi opinión, la guerra es el fin del anarquismo. El movimiento libertario había discutido sobre cómo organizar la nueva sociedad después de la revolución. Contaban con un programa económico muy elaborado sobre cómo tenían que dirigirse las empresas por parte de los trabajadores, cómo se haría la reforma agraria… Pero los anarquistas no estaban preparado para la guerra, ni para “matarse unos a otros” de forma sistemática en un conflicto armado”, afirma el artista. Según Maturana, los libertarios “no habían hablado nunca sobre esta posibilidad”, y, de hecho, “la violencia no forma parte del ideario libertario, sólo como respuesta en caso de agresión y como una acción individual”. En realidad, lo que hacían era preconizar una nueva forma de organización social “basada en la libertad, entendida como responsabilidad de los individuos, y la cooperación”, afirma.
Durante la Guerra Civil, habiendo huido los patrones, la economía catalana se colectivizó: se organizó de forma democrática y asamblearia y con los trabajadores como propietarios. Era el ideal anarquista, la autogestión. Una situación que se trasladó también a la educación. Si la guerra se inició en julio de 1936, en octubre del mismo año la escuela siguió funcionando coordinada por el Consejo de la Escuela Nueva Unificada, liderada por el pedagogo libertario Joan Puig Elias y recordada en la ruta. “Cuando se habla de anarquismo se olvida que organizaron las escuelas a partir de asambleas en las que participaban profesores, alumnos y padres”, afirma Maturana. Finalizada la guerra, Puig Elias tuvo que salir del país y emigró a Brasil donde sigue con su tarea educadora.
El anarquismo bajo el franquismo y la democracia
“Muchos anarquistas, por decenas de miles, fueron encarcelados o huyeron del país con el franquismo”, indica el artista, que añade que algunos de ellos acabaron en la resistencia armada francesa al nazismo. En España, también hubo resistencia armada y clandestina, a partir de los grupos de maquis o guerrilla urbana. “Hubo personajes tan notables en Barcelona como Quico Sabaté o Josep Lluís Facerias, el único guerrillero urbano antifranquista que tiene un recuerdo en Barcelona, en la calle Pi i Molist (en el barrio barcelonés de Sant Andreu) donde cayó víctima de una emboscada policial”, indica.
El anarquismo vivió un corto renacer en los años setenta. “En la ruta hablamos del mitin de Montjuïc de 1977, cuando vuelven por primera vez los dirigentes anarquistas en el exilio, entre las que destaca Federica Montseny, y al que asistieron medio millón de personas. Ellos mismos se sorprendieron de este éxito”, afirma Maturana. Pero el atentado en la Sala de fiestas Scala en 1978, y “la labor de los medios de comunicación en demostrar que los miembros de la CNT estaban implicados y eran criminales”, hundió a la central sindical, pese a que nunca se llegó a demostrar su participación.
¿Producto turístico o movimiento social?
Al acabar nuestra conversación, me surge la pregunta de si convertir el anarquismo en turismo es banalizarlo o es una forma de recuperar la memoria histórica de la ciudad. Barcelona vive del turismo, de su fama internacional y de su historia y todo lo convierte en turismo. Incluso se utiliza el verbo “turistificar”, un neologismo que significa que algo se destina al visitante, con las connotaciones de pérdida de calidad o autenticidad que en muchos casos conlleva. Con todo, creo firmemente que el significado que tenga la ruta depende en última instancia del usuario y de cómo éste la interprete: puede ser un recorrido turístico más, un producto de consumo más o puede ser motivo de reflexión sobre la sociedad actual.
El anarquismo en la actualidad se encuentra dividido y no tienen el peso social que tuvo en los años treinta del siglo pasado. La Confederación General del Trabajo (CGT), una escisión de la CNT, es su principal organización en la actualidad. La CNT-AIT y CNT Catalunya, como tales, subsisten pero como sectores minoritarios del movimiento libertario. “Pese a su debilidad orgánica actual, el anarquismo sobrevive también en organizaciones que no lo son nítidamente pero que mantienen claras vinculaciones. Estoy hablando, por ejemplo, del movimiento de los indignados. También se ve su huella en las formas antiautoritarias y asamblearias de movimientos sociales de nuevo cuño que propugnan la desobediencia civil como método, como la Plataforma de Afectados por la Hipoteca”, concluye Maturana. Los movimientos contraculturales, el punk, el movimiento okupa, los proyectos autogestionarios o los que defienden la cultura o el software libre son, para el artista, otros ejemplos.
Que la ruta sea otro producto turístico más o algo diferente depende de que Barcelona asuma el reto de recuperar su memoria histórica obrera y libertaria como se merece, más que de la iniciativa de Turismo Táctico en sí. Por si acaso, no dejéis de preguntar a vuestros abuelos y abuelas si fueron de la CNT, tal vez os puedan dar una información valiosa de lo que supuso el anarquismo.
Más información en las webs de Turismo Táctico